Cartagena es mundialmente conocida por sus diversos atractivos. Hoy, redBus te muestra a detalle uno de sus barrios más emblemáticos: Getsemaní. Así que ya sabes, si vas a visitar la ciudad amurallada, no puedes perderte este colorido y variado lugar.
Uno de los puntos más emblemáticos de Cartagena es el Castillo de San Felipe, Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO. Construido en 1657 por la corona española, es un edificio que sirvió como fortificación contra los intentos colonizadores de franceses e ingleses. Su elevación les servía como estrategia militar, para anticipar los ataques enemigos por tierra y mar. A menos de un kilómetro de este castillo, en la costa del mar Caribe, se encuentra el barrio Getsemaní.
Originalmente, la isla de Getsemaní estaba separada de Cartagena. La primera gran edificación que se construyó aquí fue el Convento de San Francisco, en 1555, por Fray Pedro de la Iglesia. No obstante, unos años después fue saqueado por piratas franceses, expulsando a los religiosos españoles. Siglos después, por los 1900, el cine colombiano estaba en auge y se decidió convertir este espacio en una de las primeras salas de proyección cinematográfica de Colombia.
Hoy en día, es una referencia arquitectónica sin igual, uno de los principales destinos para conocer en Getsemaní. Sirve como sede de la Corporación Universitaria Rafael Núñez. Está en excelente estado de conservación y su plaza central está vestida con frondosa vegetación verde que, junto con los rayos del sol, hace obligatorio venir a tomarse fotos.
Los callejones del barrio Getsemaní cuentan historias, narran sin necesidad de pronunciar palabras. Como por ejemplo la historia de Pedro Romero: un mulato cubano, que se encargó de liderar el movimiento independentista llamado “los lanceros de Getsemaní”. Este grupo fue la resistencia más brava de las batallas de independencia en la Cartagena del siglo XIX. Fue un artesano respetado, que organizó a la clase trabajadora, poblaciones enteras de oriundos que querían poner su firma con sangre en los libros de la historia colombiana.
Es por él que el 11 de noviembre se celebran las Fiestas de los Lanceros. Una importante tradición que recuerda el esfuerzo de estas personas del barrio: gente trabajadora y soñadora que dio su vida por su libertad.
Cuenta la leyenda que Pedro Romero provenía de Cuba, pero aún hoy son confusas las pruebas de su paso por Colombia. Incluso, todavía se duda de su existencia. Pero la casa donde se cree que vivió estaba ubicada en la Calle Larga, de la cual hablaremos a continuación.
Debido a que el barrio Getsemaní es antiguo y bohemio, sus calles son angostas, como callejones o callejuelas. Cada calle en este barrio (y en la isla) tiene su propio nombre y característica singular. En general, todas ofrecen servicios culturales, gastronómicos, hoteleros y parranderos.
Durante algún tiempo esta calle tuvo momentos oscuros. Gabriel García Márquez la llegó a describir como una calle tormentosa, pues se volvió una zona de tolerancia. Pero últimamente, han habido inversionistas extranjeros, de países como España e Italia, que le han apostado al sector y han abierto bares reconocidos como Havana Club.
La entrada puede llegar a costar $30.000 COP ($10 USD). Este bar ofrece música en vivo (salsa sobre todo) lo cual ha revitalizado al sector. Según los comentarios de muchos viajeros del mundo, es uno de los mejores bares de Cartagena.
Esta calle es conocida por la oferta de vida nocturna, bares y discotecas. También hay restaurantes para pasar una noche con amigos y familia. Conecta directamente con la Plaza de la Santísima Trinidad, el epicentro de Getsemaní.
Camino hostelero y gastronómico que conecta con la Plazoleta del Pozo. Esta calle es bastante recorrida porque aquí se encuentra la casa donde vivió el mulato Pedro Romero, protagonista de la Independencia y líder de los lanceros de Getsemaní.
¡Aquí hay fiesta! Esta es la zona rosa, de la rumba y de la música que vibra con el oleaje de la bahía. Aquí las casas tienen balcones pintorescos, los cuales le dan un toque antiguo al ambiente. Además, esta arquitectura juega con las luces modernas de las discotecas. También se puede caminar por el baluarte El Reducto, una construcción de aspecto medieval que se finalizó en 1631. Esta servía como muro defensivo de la isla contra ataques marítimos (es uno de los cinco baluartes que hay en la isla).
Esta vía de un solo carril está encerrada por altos muros pintados y grafiteados, cubiertos de imágenes de palenqueras risueñas, retratando la cotidianidad del sector, con cuadros hechos por artistas locales. A modo de techo, las cintas carnavalescas tapan el cielo con sus colores alegres. Aquí viene mucho turista solo para tomarse fotos.
Conduce a la plaza que lleva el mismo nombre. En el pasado, los habitantes del barrio hacían sus festividades a principio de año, con desfiles y carrozas alegóricas que transportaban a sus “diosas”. También es un lugar perfecto para pasar una noche en pareja, disfrutando de los restaurantes y hostales bajo la luz de la luna.
La belleza de este callejón proviene de la naturaleza. Selváticos jardines y enredaderas brotan de las paredes de sus casas, combinados con la intensa luz del sol y los colores vivos de las fachadas. Muchos establecimientos y locales conservan sus letreros originales como “Las Tablitas”. Esta es una casa de otro tiempo que fue construida solo con tablas. Con su aspecto rústico, recibe la visita de todo aquel que quiera detenerse en el camino para tomarse una bebida.
Si la Calle de las Chancletas es la de los colores, la Sierpe es la calle de los olores. Aquí hay un mosaico gastronómico nacional e internacional para todos los gustos. Comida árabe, italiana, caribeña, para veganos, para ver fútbol, para tomarse unos cócteles, para comer afuera o adentro. Sencillamente imperdible.
Este callejón está curvado, por eso es fácil de identificar. De un lado se encuentra un muro despedazado, el cual muestra los ladrillos con sus orificios, cargado de arte urbano. Del otro lado, hay casas multicolor donde viven los nativos. Ambos lados están atravesados por una vía de tres metros de ancho.
Las calles de este barrio hablan de la historia de Colombia. Su gente es amable y sencilla; cuando ven a un visitante que necesita ayuda, lo guían con mucha alegría. Cada piedra habla de lo antigua que es, de las invasiones que por aquí han pasado, pero que nunca han podido acabar al pueblo. Si quieres experimentar un lugar original de Cartagena, el barrio Getsemaní es tu destino.
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